ARGENTINA: UN PAÍS
CON DOS HISTORIAS ENFRENTADAS
(Por Roberto C. Neira). La "Revolución Libertadora" fue un proceso accionado por civiles y militares opositores al régimen peronista (1946-1955) que tuvieron como propósito fundamental derrocar al presidente Juan Domingo Perón para restablecer la Constitución fundadora de 1853/60, que había sido prácticamente destruida con la reforma de 1949 y al mismo tiempo reparar las injusticias mayores cometidas por el régimen y reestablecer un auténtico sistema republicano, llamando a elecciones libres en el más breve tiempo posible con la concurrencia de todos los partidos políticos y la obvia proscripción del “movimiento” peronista.(1)
Contrariamente a lo que expresan algunas afirmaciones partidarias del PJ y que ocultan una parte sustancial de la verdad, la "Revolución Libertadora" no fue un simple golpe de estado que derrocó a un gobierno democrático (como les sucedió a Arturo Frondizi, Arturo H. Illia e Isabel Perón), durante el gobierno peronista se amordazó a la oposición, se cercenaron las libertades y hubo una sola prensa "estatal" que sólo difundía los éxitos del gobierno.
La oposición pudo acceder a la radio oficial después de 10 años
Al promediar el año 1955, cuando el país vivía un clima de tensión, cargado de dificultades, agravado por la falta de explicaciones lógicas y claras, por parte del gobierno, sobre los sucesos del 16 de junio, Perón, llamó a la concordia y a la pacificación. Y para concretar esa propuesta solicitó la opinión de los partidos políticos, a los que ofreció espacios radiales. Cabe destacar que era la primera vez en diez años en que la oposición podía hacer uso de la radiotelefonía, lo que demuestra el alto grado de injusticia que se vivía con respecto a la libertad de prensa.
Sin embargo, el convite no resultó fácil. Pese a que el doctor Alberto Candioti por el radicalismo había realizado los trámites correspondientes, cumpliendo con los requisitos impuestos por las autoridades, no se obtuvo respuesta del gobierno para concretar la audición. Recién el 27 de junio, a las once de la mañana, confirmaron el horario de emisión para las veinte de ese día.
Faltaban escasos minutos para comenzar el mensaje cuando se hizo presente un coronel de la SIDE, con la misión de fiscalizar el texto y evitar alguna modificación que pudiera provocar la inmediata suspensión de la transmisión, ya que la voz se grababa y salía al aire con unos diez segundos de demora.
Superados, por fin, los inconvenientes, en carácter de presidente del Comité Nacional de la UCR, el Dr. Candioti hizo un solemne llamamiento al sentimiento de responsabilidad nacional para que, con la visión de Patria, se restablezcan las condiciones de convivencia y de unión entre los argentinos.
La expectativa creada por las definiciones del radicalismo se tradujo en la premura de la gente por regresar a sus hogares y en las calles desiertas a la hora de la transmisión, en la Capital y en el resto del país. El mensaje marcó un récord absoluto de audiencia en la radiotelefonía argentina y abrió una gran esperanza para el anhelado reencuentro de los argentinos. Lamentablemente, el 31 de agosto, el propio Perón saboteó todo intento de paz con un discurso violento, lleno de amenazas, invitando al aniquilamiento de los opositores (2)
¿Alguien puede imaginar en la Argentina de hoy a un gobierno democrático actuando con esta impunidad? Imposible, parecen cosas que suceden muy lejos, en otros países.
Torturas, asesinatos y desapariciones
Durante el régimen peronista se perseguió y encarceló a los opositores (políticos, sindicalistas y estudiantes), se utilizó la tortura y se llegó también al asesinato y a la desaparición de personas.
"Basta de torturas" rezaba un volante rubricado por el Partido Comunista (PC) que ya en 1949 exigía la disolución de la Sección Especial de la Policía Federal.
Grupos organizados manejados desde el poder y desde los sindicatos se encargaban de los trabajos sucios: apalear y tirotear a dirigentes y militantes de las fuerzas opositoras en cualquier lugar del país y por cualquier motivo.
Los episodios de violencia más difundidos fueron los del estudiante Ernesto Mario Bravo, horriblemente torturado y del médico Juan Ingalinella torturado y asesinado en Rosario. Ambos pertenecían al PC.
Lo que quedó del edificio de la Alianza Libertadora Nacionalista, fuerza de choque de Perón, cañoneado por tropas rebeldes
No era un secreto, especialmente en los círculos opositores, que la policía torturaba a los presos políticos, y desde 1947 los diputados radicales venían haciendo denuncias en este sentido. La importancia del caso Bravo consiste en que quedó de manifiesto el alcance de la protección que los funcionarios del gobierno otorgaban a los policías torturadores, haciéndolos así indudables responsables de tales hechos.
Señala el historiador Félix Luna que "hay una regla implícita en ciertos regímenes conforme la cual alguien debe hacer los trabajos sucios pero si le salen mal y los descubren el gobierno queda a salvo y los chambones pagan los platos rotos". No fue así en este caso. Desde todos los sectores oficialistas -rectorado de la Universidad, Subsecretaría de Informaciones, Confederación General del Trabajo, Consejo Superior del Partido Peronista, senadores y diputados oficialistas- se defendió a rajatabla la teoría del complot opositor para fraguar el hecho y cuando un médico dispuesto a abandonarlo todo le contó la verdad a un magistrado honesto, presionaron a los camaristas lo necesario para que dejaran de lado las pruebas y permitieran que los policías acusados siguieran torturando, como lo hicieron, hasta la caída de Perón.
Los episodios de violencia ya habían tomado un giro peligroso en 1951 cuando algunos grupos de trabajadores del diario "La Prensa" que se encaminaban al taller, fueron tiroteados por los piquetes del Sindicato de Vendedores de Diarios. En la acción perdió la vida el obrero Roberto Nuñez. Su velatorio se hizo en el hall de La Prensa y el cortejo fúnebre tuvo dificultades para llegar a la necrópolis a la hora prevista, pues la policía les cortó el paso para dificultarles la caravana.
Todas estas situaciones fueron colmando la paciencia de la oposición y el detonante final llegó con la trágica jornada del 16 de junio -inocentes muertos en Plaza de Mayo, templos saqueados e incendiados, curas asesinados y el violento discurso de Perón del 31 de agosto de 1955.
Conclusión
Al ignorar la gravedad de las situaciones que se vivieron en nuestro país durante aquellos nueve años, la insistencia en destacar que el gobierno peronista era democrático porque tenía el apoyo popular de la mayoría (los votos) es una falacia. Con ese mismo criterio podríamos justificar y reivindicar al nazismo pues Adolf Hitler también contó con un apoyo popular multitudinario y al mismo tiempo le quitaríamos méritos a la Revolución Cubana por haber depuesto al gobierno de Fulgencio Batista un dictador que también fue votado por una mayoría del pueblo cubano.
RENUNCIA DE FULGENCIO BATISTA. "Teniendo en cuenta las pérdidas de vidas, los daños materiales a la propiedad y el perjuicio evidente que se viene haciendo a la economía de la República y rogando a Dios que ilumine a los cubanos para poder vivir en paz, resigno mis poderes de Presidente de la República entregándolo a su sustituto constitucional. Ruego al pueblo que se mantenga dentro del orden y evite que lo lancen a ser víctima de pasiones que podrían ser desgraciadas a la familia cubana". Fulgencio Batista Zaldívar. Presidente de la República. La Habana, Enero 1 de 1959.
(1) La proscripción del peronismo fue uno de los grandes errores cometidos por la "Revolución Libertadora". El radicalismo del Pueblo con Arturo Illia como candidato alcanzó la presidencia de la República, encontrándose proscripto el peronismo por el gobierno de entonces. Perón ordenó votar en blanco. En la elección Illia triunfó con 2.441.000 votos superando ampliamente a los sufragios en blanco que fueron 1.884.000, Sin embargo, la cantidad de votos en blanco sirvió de argumento para deslegitimar al gobierno popular por los sectores antidemocráticos.
(2): El discurso de Perón del 31 de agosto de 1955.La noche anterior, la Secretaría de la Presidencia hizo saber a los diarios que debían prepararse para una edición extraordinaria. Al día siguiente por la mañana, llegó a los matutinos un documento firmado por el presidente, que también había sido enviado a las ramas masculina y femenina del Partido Peronista y a la CGT. Contenía su "renunciamiento" -no su renuncia que, por otra parte, hubiera correspondido elevar al Congreso- afirmando que su presencia en el poder era ya innecesaria; señalaba, además, que las respuestas a sus llamados conciliatorios ponían como condición expresa su alejamiento del poder. Evidentemente fue una estratagema más del viejo líder, porque de inmediato comenzó la rutina del espectáculo que, por repetido, ya no sorprendía a nadie. La CGT declaró un paro general y llamó a una concentración en la Plaza de Mayo para pedir a Perón que retirara su decisión. Todas las radios comenzaron a transmitir en cadena, difundiendo diversos comentarios de dirigentes del oficialismo, todos en un mismo tono y con el mismo argumento: "Perón debe quedarse". A las seis de la tarde la plaza presentaba el mismo aspecto de las grandes jornadas. La maquinaria propagandística había funcionado con la eficiencia de siempre. El entusiasmo del gentío parecía igual al de otras jornadas y, cuando Perón apareció en el balcón, la ovación que lo saludó no fue diferente a las que tantas otras veces lo habían recibido. Era obvio que nadie esperaba seriamente que Perón insistiera con su "renunciamiento". Pero todos, peronistas y opositores, quedaron estupefactos con el discurso que pronunció. La memoria colectiva ha registrado las terribles palabras que fueron el nudo de su discurso: "¡Cuando caiga uno de los nuestros, caerán cinco de los de ellos!". Pero se recuerda menos algo mucho peor que había lanzado párrafos antes, una incitación que ningún gobernante del mundo se animó a proferir jamás. Pues Perón dijo textualmente: "Aquel que en cualquier lugar intente alterar el orden en contra de las autoridades constituidas o en contra de la ley y la Constitución ¡puede ser muerto por cualquier argentino!". Y todavía agregó que esa conducta, "que ha de seguir todo peronista", no solamente se dirigiría contra los que ejecuten, sino también contra los que conspiren o inciten. Y terminó exclamando: "Veremos si con esta demostración nuestros adversarios y nuestros enemigos comprenden. Si no lo hacen? ¡pobres de ellos!". A lo largo de su trayectoria, muchas veces Perón había lanzado invectivas o proferido amenazas. Pero nunca había incitado a la violencia de un modo tan brutal. Según lo dicho, cualquier peronista estaba habilitado para matar a cualquiera que, a su juicio, conspirara o incitara a conspirar. Como el cuento del escorpión, ese día Perón no había podido vencer a su naturaleza... Los "adversarios y enemigos" que escucharon esas parrafadas demenciales sintieron que todas las reglas de juego se habían roto. Mientras tanto, la multitud no percibió el sentido del discurso: sólo comprendió que el hombre estaba muy enojado. Después de corear las consignas de siempre, la Plaza de Mayo se desocupó rápidamente: fue casi una estampida por la rapidez con que todos se largaron de allí, en orden y sin manifestaciones. El presidente fue despidiendo a los que lo habían acompañado, muchos de ellos bastante desconcertados. Pero él mismo debía estar sumido en un mar de contradicciones, pues, según un testigo presencial", cuando iba saliendo el jefe de policía Perón lo apartó un poco y, ansiosamente, le dijo: "Por favor, Gamboa, saque a la calle a toda la policía... ¡No sea que vaya a pasar alguna cosa!".
(3): Cipriano Reyes, el "inventor del 17 de octubre", como solía autodenominarse pudo relatar su historia con el peronismo, cuando fue liberado de la cárcel por la "Revolución Libertadora". (Lea el relato completo...)