A MATAR BLANCOS
Echo una ojeada al mundo en que vivimos y, chicos, detesto ser chismoso, pero no son los afroamericanos los que han convertido este planeta en el lugar lastimoso y fétido que hoy habitamos. Hace poco, un titular de la primera página de la sección científica del New York Times preguntaba: "Quién construyó la bomba H?". El artículo profundizaba en el debate acerca de la autoría del artefacto, que se disputaban dos hombres. Con franqueza, me daba exactamente igual, porque ya conocía la respuesta que me interesaba: FUE UN BLANCO. Ningún negro construyó jamás ni utilizó una bomba diseñada para liquidar a miles de personas, sea en Oklahoma City o en Hiroshima.
Sí, amigos. Siempre hay un blanco detrás. Echemos cuentas:
- ¿Quiénes propagaron la peste negra? Los blancos.
- ¿Quiénes inventaron el BPC, el PVC, el BPB y el resto de sustancias químicas que nos matan día a día? Fueron blancos.
- ¿Quiénes han empezado todas las guerras en que se ha involucrado Estados Unidos? Hombres blancos.
- ¿Quiénes son los responsables de la programación de la Fox?. Blancos.
- ¿Quién inventó la papeleta mariposa? Una mujer blanca.
- ¿De quién fue la idea de contaminar el mundo con el motor de combustión? De un blanco.
- ¿El Holocausto? Aquel individuo nos dio auténtica mala fama. Por eso preferimos llamarlo nazi y, a sus ayudantes, alemanes.
- ¿El genocidio de los indios americanos? Fueron los blancos.
- ¿La esclavitud? Los mismos.
- En el año 2001, las empresas estadounidenses han despedido a más de 700.000 personas ¿Quiénes dieron la orden? Ejecutivos blancos.
- ¿Quién sigue haciéndome saltar la conexión de Internet? Algún coñazo de blanco. Si un día descubro quién es, será un fiambre blanco.
Echo una ojeada al mundo en que vivimos y, chicos, detesto ser chismoso, pero no son los afroamericanos los que han convertido este planeta en el lugar lastimoso y fétido que hoy habitamos. Hace poco, un titular de la primera página de la sección científica del New York Times preguntaba: "Quién construyó la bomba H?". El artículo profundizaba en el debate acerca de la autoría del artefacto, que se disputaban dos hombres. Con franqueza, me daba exactamente igual, porque ya conocía la respuesta que me interesaba: FUE UN BLANCO. Ningún negro construyó jamás ni utilizó una bomba diseñada para liquidar a miles de personas, sea en Oklahoma City o en Hiroshima.
Sí, amigos. Siempre hay un blanco detrás. Echemos cuentas:
- ¿Quiénes propagaron la peste negra? Los blancos.
- ¿Quiénes inventaron el BPC, el PVC, el BPB y el resto de sustancias químicas que nos matan día a día? Fueron blancos.
- ¿Quiénes han empezado todas las guerras en que se ha involucrado Estados Unidos? Hombres blancos.
- ¿Quiénes son los responsables de la programación de la Fox?. Blancos.
- ¿Quién inventó la papeleta mariposa? Una mujer blanca.
- ¿De quién fue la idea de contaminar el mundo con el motor de combustión? De un blanco.
- ¿El Holocausto? Aquel individuo nos dio auténtica mala fama. Por eso preferimos llamarlo nazi y, a sus ayudantes, alemanes.
- ¿El genocidio de los indios americanos? Fueron los blancos.
- ¿La esclavitud? Los mismos.
- En el año 2001, las empresas estadounidenses han despedido a más de 700.000 personas ¿Quiénes dieron la orden? Ejecutivos blancos.
- ¿Quién sigue haciéndome saltar la conexión de Internet? Algún coñazo de blanco. Si un día descubro quién es, será un fiambre blanco.
Usted nómbreme un problema, una enfermedad, plaga o miseria padecida por millones, y le apuesto diez pavos a que el responsable es blanco.
Aún así, cuando pongo el noticiario de la noche, ¿qué es lo que veo un día tras otro? Hombres negros que presuntamente han matado, violado, asaltado, apuñalado, disparado, saqueado, alborotado, vendido drogas, chuleado, procreado en exceso, arrojado a sus niños por la ventana; negros sin padre, sin madre, sin dinero, sin Dios: "El sospechoso es un varón negro... el sospechoso es un varón negro... EL SOSPECHOSO ES UN VARÓN NEGRO..."
No importa en que ciudad me encuentre, las noticias son siempre las mismas, y el sospechoso siempre es el mismo varón negro. Esta noche estoy en Atlanta y les juro que el retrato robot del negro sospechoso que aparece en la pantalla del televisor es igualito al sospechoso que vi anoche en Denver y al que vi la noche anterior en Los Ángeles. En cada uno de esos bocetos aparece frunciendo el ceño, amenazador, siempre con la misma gorra. ¿Puede ser que todos los crímenes del país los cometa el mismo negro?
Supongo que nos hemos acostumbrado tanto a esta imagen del negro como depredador que se nos ha atrofiado el cerebro. En mi primera película, Roger & Me, una mujer blanca mata un conejito a golpes para poder venderlo como carne. Ojalá me hubiesen dado un centavo por cada vez que alguien me ha abordado en los diez últimos años para contarme lo "horrorizado" e "impresionado" que se quedó al ver el conejito con el cráneo aplastado. Suelen decir que la escena les provocó naúseas; algunos tuvieron que dejar de mirar y otros abandonaron la sala. Muchos me preguntan por qué se me ocurrió incluir esa escena. La Asociación de Distribuidores Cinematográficos de Estados Unidos clasificó el documental como no apto para menores en respuesta al alboroto levantado por la masacre conejil (lo que motivó al programa documental 60 Minutes a emitir un reportaje sobre la estupidez del sistema de clasificación de películas). Y muchos profesores me escriben que se ven obligados a suprimir esas imágenes para no tener problemas a la hora de mostrarlo a sus alumnos.
El caso es que menos de dos minutos después de la escena del conejo, aparece otra en la que la policía de Flint abre fuego contra un hombre negro ataviado con una capa de Superman y armado con una pistola de plástico. Jamás, ni una sola vez, se me ha acercado alguien para decirme: "No me puedo creer la escena del tipo negro" ¡Qué bestia! Me ha dejado hecho polvo." Al fin y al cabo, sólo era un negro, no una monada de conejito. La visión de un hombre negro ejecutado no escandaliza a nadie (y menos aún al consejo de la asociación de distribuidores, que no advirtió nada turbador en dicha escena).
¿Por qué? Porque pegarle un tiro a un hombre negro está muy lejos de resultar chocante. Es algo normal, natural. Nos hemos habituado tanto a ver negros muertos en la pequeña pantalla que ya lo aceptamos como rutina. Otro negro muerto. Eso es todo, lo que hace esa gente: matar y morir. Anda, pásame la mantequilla.
Resulta curioso que, a pesar de que son blancos quienes cometen la mayor parte de los delitos, nuestra idea del "crimen" se encarna casi siempre en un rostro negro. Pregunte a un blanco quién teme que pueda allanar su casa o atracarlo, y si es sincero, admitirá que la persona en la que piensa no se parece a él. El criminal imaginario se asemeja a Mookie o Hakim o Kareem, y jamás al pecoso Jimmy.
¿Por qué la mente procesa así los temores, cuando todo apunta que son falsos? ¿Están los cerebros de los blancos preprogramados para ver algo y creer lo contrario por motivos de raza? Si es así, la población blanca padece sin duda cierta discapacidad mental. Si cada vez que sale el sol, en un día claro y límpido, nuestro cerebro nos dice que hay que quedarse en casa porque se cierne una tormenta, quizá sea el momento de solicitar ayuda profesional.
¿Los blancos que ven negros homicidas a cada paso son un caso distinto del descripto arriba?
Da igual cuántas veces se diga que es el hombre blanco a quien hay que temer: es un dato que la gente no acaba de asimilar. Cada vez que enciendo la tele y aparece otra ensalada de tiros en una escuela, el responsable de la matanza es siempre un chico blanco.
Cada vez que atrapan a un asesino en serie, se trata de un blanco. Cada vez que un terrorista vuela un edificio federal o un chalado envenena el agua de un vecindario o un cantante de los Beach Boys formula un hechizo que induce a media docena de quinceañeros a asesinar a "todos los cerdos" de Hollywood, ya se sabe que se trata de otro blanco haciendo de las suyas.
¿Por qué no corremos como alma que lleva al diablo cuando vemos a un blanco? ¿Por qué no solemos decirles a los solicitantes de empleo cucásicos: "Vaya, lo siento, ya no hay puestos disponibles"? ¿Por qué no nos cagamos encima cuando nuestras hijas nos presentan a sus novios blancos?
¿Por qué el Congreso no se dedica a prohibir las terribles letras de Johnny Cash ("Le disparé a un hombre en Reno/sólo para verlo morir") o de Bruce Springsteen ("Lo maté todo a mi paso/no puedo decir que lamento lo que hice"). ¿Por qué sólo se fijan en las letras de los cantantes de rap? No entiendo por qué los medios no reproducen letras de raperos como éstas:
- Vendí botellas de dolor, luego escogí poemas y novelas (Wu Tang Clan)
- Pueblo, utiliza el cerebro para ganar (Ice Cube)
- Una pobre madre soltera en el paro... dime cómo te las arreglaste. (Tupac Shakur)
- Trato de cambiar mi vida, no quiero morir pecador. (Master P)
Los afromericanos han estado en el peldaño más bajo de la escala económica desde el día en que los encadenaron y los arrastraron hasta aquí, y nunca se han movido realmente de ese peldaño. Todos los demás grupos de inmigrantes han sido capaces de ascender desde el fondo hasta el nivel medio y alto de nuestra sociedad. Incluso los indios americanos, que están entre los más pobres, no cuentan con tantos miembros por debajo del nivel de pobreza.
Probablemente usted crea que los negros lo tienen mejor que antes. Después de todo, tras los avances de las últimas décadas en la erradicación del racismo, uno diría que el nivel de vida de los ciudadanos negros ha tenido que subir por fuerza. Un estudio publicado por el Washington Post en julio de 2001 mostraba que del 40 al 60% de la población blanca pensaba que el ciudadano negro medio le iba tan bien o mejor que a los blancos.
Pues bien, según un estudio llevado a cabo por los economistas Richard Vedder, Lowell Gallaway y David C. Clingaman, los ingresos medios de un negro americano están un 61% por debajo de los de un blanco. Se trata de la misma diferencia que en 1880. En 120 años no ha cambiado absolutamente nada.
¿Más pruebas?
Cerca del 20% de los jóvenes negros comprendidos entre las edades de 16 a 24 años no estudia ni trabaja, mientras que solo el 9% de los blancos se encuentra en las mismas condiciones. A pesar del boom económico de los noventa, este porcentaje se ha mantenido a lo largo de los diez últimos años.
En 1993, las familias blancas habían invertido casi tres veces más en acciones o fondos de inversión que las familias negras. Desde entonces, el valor del mercado bursátil ha aumentado en más del doble.
Los convalecientes negros de infarto tienen muchas menos posibilidades que los blancos de ser sometidos a una cateterización cardiaca, procedimiento común que puede salvarles la vida, sea cual sea la raza de sus médicos. Los médicos, tanto blancos como negros, mandaron aplicar este tratamiento a un 40% más de pacientes blancos que negros.
Los blancos tienen 5 veces más posibilidades que los negros de recibir tratamiento de urgencia por derrame cerebral.
Las mujeres negras tienen cuatro veces más posibilidades de morir durante el parto que las blancas.
Desde 1954, la tasa de desempleo entre los negros ha sido aproximadamente el doble que entre los blancos.
¿Se ha indignado alguien aparte de mí y del reverendo Farrakhan*? ¿A qué deben los negros este trato, cuando son tan poco culpables de los males de nuestra sociedad? ¿Por qué son ellos los castigados? Que me aspen si conozco la respuesta.
¿Y cómo han podido los blancos salirse con la suya sin acabar todos como Reginald Denny?**
¡Ingenio caucásico! Lo que pasa es que antes éramos unos atontados. Como idiotas, lucíamos nuestro racismo como una medalla. Hacíamos cosas demasiado obvias, como colgar letreros en las puertas de los baños que decían SÓLO PARA BLANCOS, u otros encima de las fuentes en que se leía GENTE DE COLOR. Obligábamos a los negros a sentarse en la parte trasera de los autobuses. Les impedíamos asistir a nuestras escuelas o vivir en nuestros barrios. Desempeñaban los trabajos más cutres (los de SÓLO PARA NEGROS) y les dejábamos suficientemente claro que, por no ser blancos, su salario sería el más bajo.
Así pues, toda esta segregación descarada nos trajo un montón de problemas. Un puñado de abogados engreídos acudió a los tribunales citando -¡vaya cara!- nuestra propia Constitución. Señalaron que la Decimocuarta Enmienda no permite la discriminación por motivos de raza. Finalmente, después de una larga serie de derrotas judiciales, manifestaciones y alborotos, captamos el mensaje: si no despabilábamos, tendríamos que empezar a compartir la tarta. Y comprendimos una lección importante: si vas a ser un racista como Dios manda, aprende a sonreír.
De modo que los blancos se pusieron las pilas, dejaron de linchar a los negros que se detenían en la acera para charlar con nuestras mujeres, aprobaron un montón de leyes a favor de los derechos civiles y dejaron de decir palabras como "negrata" en público. Llegamos incluso a la magnanimidad de anunciar: "Claro que podéis venir a vivir a nuestro barrio, y vuestros niños pueden ir a la escuela con los nuestros. ¿Y por qué no? Si nosotros ya nos íbamos."
Lucimos la mejor de nuestras sonrisas, les dimos una palmada en la espalda a la América negra y acto seguido nos exiliamos a los suburbios residenciales, donde las cosas están como solían estar en las ciudades. Cuando nos encaminamos a buscar el periódico por la mañana, miramos calle abajo y -hala- todos blancos, miramos en dirección opuesta y -alegría- no hay más que blancos.
En el terreno laboral, seguimos haciéndonos con los mejores empleos, la paga doble y el asiento delantero en el autobús de la felicidad y el éxito. Mira pasillo abajo y volverás a ver a los negros sentados donde siempre han estado: recogiendo nuestras sobras, sirviéndonos y atendiendo desde detrás del mostrador.
Con el fin de disimular esta discriminación persistente, convocamos "seminarios sobre diversidad" en nuestro lugar de trabajo y designamos expertos en "relaciones urbanas" para que nos ayuden a "conectar con la comunidad". Cuando anunciamos una oferta de trabajo incluimos regocijados las palabras "Contratación en igualdad de oportunidades". Sienta tan bien para echar unas risas, pues sabemos que un negro no va a conseguir el curro ni de coña. Sólo el 4% de la población cuenta con una carrera universitaria (frente al 9% de blancos y el 15% de asiáticos americanos).
Hemos amañado el sistema para que los negros estén predestinados desde la cuna, garantizando que asistan a las peores escuelas públicas, evitando que ingresen en las mejores universidades y allanando su camino para una existencia plena dedicada a hacernos café, arreglar nuestros BMW y recoger nuestra basura.
Sin duda, hay algunos que logran colarse; pero también pagan peaje por el privilegio: al médico negro que conduce un BMW lo para continuamente la policía; la musa negra de Broadway no puede conseguir taxi desdepués de una calurosa ovación; el ejecutivo negro es el primero en ser despedido por "antigüedad".
Ya ven que aquí no se discrimina... ¡amamos a los negros!"
Aún así, cuando pongo el noticiario de la noche, ¿qué es lo que veo un día tras otro? Hombres negros que presuntamente han matado, violado, asaltado, apuñalado, disparado, saqueado, alborotado, vendido drogas, chuleado, procreado en exceso, arrojado a sus niños por la ventana; negros sin padre, sin madre, sin dinero, sin Dios: "El sospechoso es un varón negro... el sospechoso es un varón negro... EL SOSPECHOSO ES UN VARÓN NEGRO..."
No importa en que ciudad me encuentre, las noticias son siempre las mismas, y el sospechoso siempre es el mismo varón negro. Esta noche estoy en Atlanta y les juro que el retrato robot del negro sospechoso que aparece en la pantalla del televisor es igualito al sospechoso que vi anoche en Denver y al que vi la noche anterior en Los Ángeles. En cada uno de esos bocetos aparece frunciendo el ceño, amenazador, siempre con la misma gorra. ¿Puede ser que todos los crímenes del país los cometa el mismo negro?
Supongo que nos hemos acostumbrado tanto a esta imagen del negro como depredador que se nos ha atrofiado el cerebro. En mi primera película, Roger & Me, una mujer blanca mata un conejito a golpes para poder venderlo como carne. Ojalá me hubiesen dado un centavo por cada vez que alguien me ha abordado en los diez últimos años para contarme lo "horrorizado" e "impresionado" que se quedó al ver el conejito con el cráneo aplastado. Suelen decir que la escena les provocó naúseas; algunos tuvieron que dejar de mirar y otros abandonaron la sala. Muchos me preguntan por qué se me ocurrió incluir esa escena. La Asociación de Distribuidores Cinematográficos de Estados Unidos clasificó el documental como no apto para menores en respuesta al alboroto levantado por la masacre conejil (lo que motivó al programa documental 60 Minutes a emitir un reportaje sobre la estupidez del sistema de clasificación de películas). Y muchos profesores me escriben que se ven obligados a suprimir esas imágenes para no tener problemas a la hora de mostrarlo a sus alumnos.
El caso es que menos de dos minutos después de la escena del conejo, aparece otra en la que la policía de Flint abre fuego contra un hombre negro ataviado con una capa de Superman y armado con una pistola de plástico. Jamás, ni una sola vez, se me ha acercado alguien para decirme: "No me puedo creer la escena del tipo negro" ¡Qué bestia! Me ha dejado hecho polvo." Al fin y al cabo, sólo era un negro, no una monada de conejito. La visión de un hombre negro ejecutado no escandaliza a nadie (y menos aún al consejo de la asociación de distribuidores, que no advirtió nada turbador en dicha escena).
¿Por qué? Porque pegarle un tiro a un hombre negro está muy lejos de resultar chocante. Es algo normal, natural. Nos hemos habituado tanto a ver negros muertos en la pequeña pantalla que ya lo aceptamos como rutina. Otro negro muerto. Eso es todo, lo que hace esa gente: matar y morir. Anda, pásame la mantequilla.
Resulta curioso que, a pesar de que son blancos quienes cometen la mayor parte de los delitos, nuestra idea del "crimen" se encarna casi siempre en un rostro negro. Pregunte a un blanco quién teme que pueda allanar su casa o atracarlo, y si es sincero, admitirá que la persona en la que piensa no se parece a él. El criminal imaginario se asemeja a Mookie o Hakim o Kareem, y jamás al pecoso Jimmy.
¿Por qué la mente procesa así los temores, cuando todo apunta que son falsos? ¿Están los cerebros de los blancos preprogramados para ver algo y creer lo contrario por motivos de raza? Si es así, la población blanca padece sin duda cierta discapacidad mental. Si cada vez que sale el sol, en un día claro y límpido, nuestro cerebro nos dice que hay que quedarse en casa porque se cierne una tormenta, quizá sea el momento de solicitar ayuda profesional.
¿Los blancos que ven negros homicidas a cada paso son un caso distinto del descripto arriba?
Da igual cuántas veces se diga que es el hombre blanco a quien hay que temer: es un dato que la gente no acaba de asimilar. Cada vez que enciendo la tele y aparece otra ensalada de tiros en una escuela, el responsable de la matanza es siempre un chico blanco.
Cada vez que atrapan a un asesino en serie, se trata de un blanco. Cada vez que un terrorista vuela un edificio federal o un chalado envenena el agua de un vecindario o un cantante de los Beach Boys formula un hechizo que induce a media docena de quinceañeros a asesinar a "todos los cerdos" de Hollywood, ya se sabe que se trata de otro blanco haciendo de las suyas.
¿Por qué no corremos como alma que lleva al diablo cuando vemos a un blanco? ¿Por qué no solemos decirles a los solicitantes de empleo cucásicos: "Vaya, lo siento, ya no hay puestos disponibles"? ¿Por qué no nos cagamos encima cuando nuestras hijas nos presentan a sus novios blancos?
¿Por qué el Congreso no se dedica a prohibir las terribles letras de Johnny Cash ("Le disparé a un hombre en Reno/sólo para verlo morir") o de Bruce Springsteen ("Lo maté todo a mi paso/no puedo decir que lamento lo que hice"). ¿Por qué sólo se fijan en las letras de los cantantes de rap? No entiendo por qué los medios no reproducen letras de raperos como éstas:
- Vendí botellas de dolor, luego escogí poemas y novelas (Wu Tang Clan)
- Pueblo, utiliza el cerebro para ganar (Ice Cube)
- Una pobre madre soltera en el paro... dime cómo te las arreglaste. (Tupac Shakur)
- Trato de cambiar mi vida, no quiero morir pecador. (Master P)
Los afromericanos han estado en el peldaño más bajo de la escala económica desde el día en que los encadenaron y los arrastraron hasta aquí, y nunca se han movido realmente de ese peldaño. Todos los demás grupos de inmigrantes han sido capaces de ascender desde el fondo hasta el nivel medio y alto de nuestra sociedad. Incluso los indios americanos, que están entre los más pobres, no cuentan con tantos miembros por debajo del nivel de pobreza.
Probablemente usted crea que los negros lo tienen mejor que antes. Después de todo, tras los avances de las últimas décadas en la erradicación del racismo, uno diría que el nivel de vida de los ciudadanos negros ha tenido que subir por fuerza. Un estudio publicado por el Washington Post en julio de 2001 mostraba que del 40 al 60% de la población blanca pensaba que el ciudadano negro medio le iba tan bien o mejor que a los blancos.
Pues bien, según un estudio llevado a cabo por los economistas Richard Vedder, Lowell Gallaway y David C. Clingaman, los ingresos medios de un negro americano están un 61% por debajo de los de un blanco. Se trata de la misma diferencia que en 1880. En 120 años no ha cambiado absolutamente nada.
¿Más pruebas?
Cerca del 20% de los jóvenes negros comprendidos entre las edades de 16 a 24 años no estudia ni trabaja, mientras que solo el 9% de los blancos se encuentra en las mismas condiciones. A pesar del boom económico de los noventa, este porcentaje se ha mantenido a lo largo de los diez últimos años.
En 1993, las familias blancas habían invertido casi tres veces más en acciones o fondos de inversión que las familias negras. Desde entonces, el valor del mercado bursátil ha aumentado en más del doble.
Los convalecientes negros de infarto tienen muchas menos posibilidades que los blancos de ser sometidos a una cateterización cardiaca, procedimiento común que puede salvarles la vida, sea cual sea la raza de sus médicos. Los médicos, tanto blancos como negros, mandaron aplicar este tratamiento a un 40% más de pacientes blancos que negros.
Los blancos tienen 5 veces más posibilidades que los negros de recibir tratamiento de urgencia por derrame cerebral.
Las mujeres negras tienen cuatro veces más posibilidades de morir durante el parto que las blancas.
Desde 1954, la tasa de desempleo entre los negros ha sido aproximadamente el doble que entre los blancos.
¿Se ha indignado alguien aparte de mí y del reverendo Farrakhan*? ¿A qué deben los negros este trato, cuando son tan poco culpables de los males de nuestra sociedad? ¿Por qué son ellos los castigados? Que me aspen si conozco la respuesta.
¿Y cómo han podido los blancos salirse con la suya sin acabar todos como Reginald Denny?**
¡Ingenio caucásico! Lo que pasa es que antes éramos unos atontados. Como idiotas, lucíamos nuestro racismo como una medalla. Hacíamos cosas demasiado obvias, como colgar letreros en las puertas de los baños que decían SÓLO PARA BLANCOS, u otros encima de las fuentes en que se leía GENTE DE COLOR. Obligábamos a los negros a sentarse en la parte trasera de los autobuses. Les impedíamos asistir a nuestras escuelas o vivir en nuestros barrios. Desempeñaban los trabajos más cutres (los de SÓLO PARA NEGROS) y les dejábamos suficientemente claro que, por no ser blancos, su salario sería el más bajo.
Así pues, toda esta segregación descarada nos trajo un montón de problemas. Un puñado de abogados engreídos acudió a los tribunales citando -¡vaya cara!- nuestra propia Constitución. Señalaron que la Decimocuarta Enmienda no permite la discriminación por motivos de raza. Finalmente, después de una larga serie de derrotas judiciales, manifestaciones y alborotos, captamos el mensaje: si no despabilábamos, tendríamos que empezar a compartir la tarta. Y comprendimos una lección importante: si vas a ser un racista como Dios manda, aprende a sonreír.
De modo que los blancos se pusieron las pilas, dejaron de linchar a los negros que se detenían en la acera para charlar con nuestras mujeres, aprobaron un montón de leyes a favor de los derechos civiles y dejaron de decir palabras como "negrata" en público. Llegamos incluso a la magnanimidad de anunciar: "Claro que podéis venir a vivir a nuestro barrio, y vuestros niños pueden ir a la escuela con los nuestros. ¿Y por qué no? Si nosotros ya nos íbamos."
Lucimos la mejor de nuestras sonrisas, les dimos una palmada en la espalda a la América negra y acto seguido nos exiliamos a los suburbios residenciales, donde las cosas están como solían estar en las ciudades. Cuando nos encaminamos a buscar el periódico por la mañana, miramos calle abajo y -hala- todos blancos, miramos en dirección opuesta y -alegría- no hay más que blancos.
En el terreno laboral, seguimos haciéndonos con los mejores empleos, la paga doble y el asiento delantero en el autobús de la felicidad y el éxito. Mira pasillo abajo y volverás a ver a los negros sentados donde siempre han estado: recogiendo nuestras sobras, sirviéndonos y atendiendo desde detrás del mostrador.
Con el fin de disimular esta discriminación persistente, convocamos "seminarios sobre diversidad" en nuestro lugar de trabajo y designamos expertos en "relaciones urbanas" para que nos ayuden a "conectar con la comunidad". Cuando anunciamos una oferta de trabajo incluimos regocijados las palabras "Contratación en igualdad de oportunidades". Sienta tan bien para echar unas risas, pues sabemos que un negro no va a conseguir el curro ni de coña. Sólo el 4% de la población cuenta con una carrera universitaria (frente al 9% de blancos y el 15% de asiáticos americanos).
Hemos amañado el sistema para que los negros estén predestinados desde la cuna, garantizando que asistan a las peores escuelas públicas, evitando que ingresen en las mejores universidades y allanando su camino para una existencia plena dedicada a hacernos café, arreglar nuestros BMW y recoger nuestra basura.
Sin duda, hay algunos que logran colarse; pero también pagan peaje por el privilegio: al médico negro que conduce un BMW lo para continuamente la policía; la musa negra de Broadway no puede conseguir taxi desdepués de una calurosa ovación; el ejecutivo negro es el primero en ser despedido por "antigüedad".
Ya ven que aquí no se discrimina... ¡amamos a los negros!"
_____________________________________________________________
Fuente: Capítulo "A matar blancos", del libro de Michael Moore "Stupid White Men" (edición 2001).
*Líder de la agrupación religiosa negra "Nación del Islam", que en su día encabezó Malcom X.
Fuente: Capítulo "A matar blancos", del libro de Michael Moore "Stupid White Men" (edición 2001).
*Líder de la agrupación religiosa negra "Nación del Islam", que en su día encabezó Malcom X.
** El camionero blanco que fue arrastrado fuera de su cabina y apaleado casi hasta la muerte durante los alborotos de Los Ángeles en 1992.